Dubai también afectada por la crisis financiera

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Por William Pesek, Bloomberg


En momentos en que las grúas de construcción que pueblan el horizonte de Dubai se tornan ociosas, es hora de volver sobre el más curioso de los indicadores económicos: la Maldición del Rascacielos.

Como este columnista señaló en varias ocasiones, hay una misteriosa correlación entre las crisis financieras y los esfuerzos por construir el edificio más alto del mundo. No hay que ir más allá de Kuala Lumpur en 1997, Chicago en 1974, Nueva York en 1930 y, en los tiempos bíblicos, la Torre de Babel.

La propensión humana a la extralimitación arquitectónica ha sido un augurio de un grado de confiabilidad sorprendente. No es descabellado pensar esos proyectos como signos de puntuación visuales. Una gigantesca torre hecha de acero, vidrio, hormigón y dinero. Un elemento en común entre los rascacielos y los desastres económicos tiene que ser el crédito fácil, que alimenta el crecimiento irracional, las valuaciones y la soberbia.

Con 818 metros, el deslumbrante Burj Dubai reemplazó hace poco al Taipei 101 como el más alto de los edificios. Acto seguido, la economía de Dubai parece estar tambaleando de manera inimaginable.

Hace un año, en momentos en que el precio del petróleo se encaminaba a los US$200 el barril, pocos osaban cuestionar el precio de la propiedad en los Emiratos Árabes Unidos. Ahora, en cambio, todo indica que “cayó por un precipicio” mientras los bancos reducían el crédito y los especuladores se retiraban en medio de una crisis global cada vez más grave, dijo Mai Attia, analista de Morgan Stanley en el emirato, en un informe del 30 de enero.

Caídas por precipicios

Son palabras fuertes, y sin embargo constituyen un recordatorio de la magnitud de la extensión de una crisis del crédito que empezó en los Estados Unidos. China, ese otro presunto gigante, también se muestra vacilante. Japón volvió a entrar en recesión, mientras que Singapur parece haber caído por el mismo precipicio que los mercados de activos de los E.A.U.

Debido al deterioro de la situación económica, las reducciones de personal y la falta de disponibilidad de hipotecas, el precio de la propiedad bajó en Dubai un 25 por ciento respecto del punto máximo que había alcanzado el mercado en septiembre, dijo Morgan Stanley.

Las implicaciones de todo eso recorrerán el globo. Tomemos el caso de Filipinas, donde el dinero que mandaban a casa quienes trabajaban en economías florecientes como Dubai acusan recibo del golpe. Las remesas constituyen aproximadamente el 10 por ciento de la economía filipina y alientan la compra de viviendas y autos en un país donde el consumo privado conforma alrededor de las dos terceras partes del producto interno bruto. Ese aliento es ahora cuestionable.

Los últimos días de Roma

Ahora, por supuesto, es fácil mirar hacia atrás y decir que deberíamos haberlo visto venir. Luego de una visita a Dubai a fines de 2006, Claudia Zeisberger, directora de programa del Instituto de Finanzas Asia-Pacífico en Insead en Singapur, me dijo: “El grado de construcción me hizo sentir que experimentaba los últimos días de la antigua Roma”.

No se trata aquí de criticar a Dubai. Esta es una crisis global y ninguna economía -grande, chica o con abundancia de recursos- podrá evitar el golpe. Si tan sólo se hubiera prestado más atención a la Maldición del Rascacielos, habrían sido más los inversores mejor preparados para enfrentar una caída de los mercados.

No es que lo que haga Brad Pitt tenga importancia, pero su acuerdo con Zabeel Properties de Dubai debió haber dado la voz de alarma. Es maravilloso que la estrella de “Fight Club” y “Ocean’s 11” profese tal pasión por la arquitectura. Otra cosa muy distinta es que en junio se haya pensado en Pitt como consultor de diseño para un hotel y centro de descanso de 800 habitaciones.

Monstruosidades arquitectónicas

La utilidad económica de la observación de rascacielos es cuestionable. Lo curioso es la forma en que la demostración de superioridad arquitectónica resulta elocuente en relación tanto con la riqueza, la ambición y los desequilibrios financieros como con la tecnología. Enfrentémoslo: hace mucho que la arrogancia recorre las calles de los países que ahora erigen las monstruosidades arquitectónicas del mundo.

Son pocos los que dudan de que Dubai sea un milagro de desarrollo. Aun así, cabe preguntarse si es el epicentro de una burbuja árabe de activos en buena medida vinculada al aumento del precio de la energía. En momentos en que el crudo ronda los US$35, la suerte está cambiando. Los auges de la construcción deberían haber anunciado problemas.

¿Qué más tendríamos que mirar? Bueno, China. De los 10 edificios más altos que enumera Emporis Buildings, de Darmstadt, Alemania, cinco se encuentran en la tercera economía más grande y uno en su región administrativa especial, Hong Kong. De los 20 más altos, nueve están en China continental o en Hong Kong.

Hong Kong ya está en recesión, y China puede estar encaminándose a ello. Para un país del grado de desarrollo de China, un crecimiento por debajo del 6 por ciento sin duda es una recesión y el nivel inferior al 5 por ciento es ya territorio de crisis.

¿Es China la próxima?

Los rascacielos de China hablan de la extralimitación de los inversores. Se pensaba que China podía crecer un 10 por ciento por tiempo indefinido. Eso significaba que las numerosas Manhattan en miniatura que surgían en el país eran una extensión lógica de sus posibilidades. ¿O era simplemente un caso de libro de texto de auge derivado del crédito fácil y que iba a la ruina?

Rusia, por su parte, puede evitar una crisis gracias al multimillonario Chalva Tchigirinski. En noviembre, Tchigirinski detuvo la construcción de la Torre de Rusia, que habría sido la más alta de Europa. Lo mismo vale para los Estados Unidos, donde Donald Trump contuvo sus ambiciones de erigir el edificio más alto del país. Su Trump International Hotel ocupa el lugar número 11 del mundo en lo que respecta a altura.

La Maldición del Rascacielos puede no ser más que un ejercicio caprichoso destinado a entretener, no a informar. De todos modos, está demostrando tener bases muy sólidas como barómetro económico.

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