El misterio de la felicidad, la última película de Burman

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Desde que la figura paterna dejó de ser el centro de la filmografía de Daniel Burman, tanto desde la perspectiva relacional como desde la exploración del “deber ser” de la religión judía, hay algo que no parece funcionar del todo en el cine del argentino. Atrás parecen haber quedado sus filmes más potentes, pertenecientes a la “trilogía de Ariel” –Esperando al Mesías (2000), El abrazo partido (2003) y Derecho de familia (2005)–, protagonizadas por el primer álter ego de Burman, Daniel Hendler. Pese a que el eje de su cine sigue siendo el universo familiar y de amistad de la clase media porteña desde una óptica costumbrista, el interés del director, de 40 años, ha mutado a medida que pasaron los años, como es comprensible, más allá de la pregunta por el lugar del hijo. Así El nido vacío (2008) se centra en la vida de una pareja cuando los hijos abandonan el hogar, Dos hermanos (2010) explora el vínculo filial ante la muerte de una madre anciana y La suerte en tus manos (2011), quizá la película más atípica y fallida de Burman, narra el reencuentro amoroso de un hombre inmaduro de 40 años con una novia de la adolescencia. En su última cinta, El misterio de la felicidad, el argentino vuelve a partir de una ausencia como en El nido vacío y Dos hermanos para explorar cómo las relaciones humanas se reconfiguran. No obstante, el director sigue sin encontrar la receta para que su mezcla de costumbrismo y deriva existencial alcance la contundencia de la primera etapa de su filmografía. Es como si Burman no hubiera podido crecer más allá del lugar del hijo, que tan bien supo plasmar en la pantalla grande. Con un comienzo similar a La aventura de Michelangelo Antonioni, El misterio de la felicidad se centra en la relación que se establece entre Santiago (Guillermo Francella) –un hombre que tiene un negocio de electrodomésticos junto con su socio Eugenio (Fabián Arenillas)– y Laura (Inés Estévez), la mujer del último, luego de que Eugenio desaparece. Francella, quien viene a paso acelerado dándole un giro a su carrera desde El secreto de sus ojos, interpreta a un soltero bonachón, prototipo del porteño amiguero, cuya felicidad proviene de la rutina de su negocio y de la relación con su socio y amigo, con el que disfruta de una complicidad que parece soslayar otro tipo de relaciones. Santiago es a todas luces el más afectado por la desaparición de Eugenio, actuando de una forma que podría ser calificada como femenina, mientras que Laura se muestra más cerebral y parece resignada a que su marido ya no esté, consciente de que la ausencia es intencional. La película se articula en torno a las reacciones de ambos y a la que se va estableciendo entre ellos, con un Francella contenido y haciendo un uso eficaz de su expresividad y Estévez, quien regresa tras nueve años a la actuación, demostrando que sigue siendo tan buena actriz como siempre. Su papel, no obstante, es bastante estereotípico, así como el de Francella, y su transición en la película no se siente como un proceso armónico, en su deriva de loca empastillada a mujer en paz. En el medio aparece un investigador adicto a la comida árabe interpretado por Alejandro Awada, cuyo personaje es un tanto forzado, amén de que el final resulta entre cursi y risible. No obstante, El misterio de la felicidad es un pequeño paso adelante respecto a La suerte en tus manos y el filme se hace más interesante cuando juega con la pulsión homosexual en una relación amistosa o reflexiona sobre el grado de entrega que se establece en las relaciones humanas. La película tiene, además, una pregunta que puede ser tan grandilocuente como el título de la cinta, pero que, sin embargo, no deja de permear en esa clase media que se debate entre encontrar la felicidad en lo cotidiano o en romper con todo y ponerse un chiringuito en la playa.

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