ALBERTO DE MONACO Y CHARLENE WITTSTOCK FINALMENTE SE CASAN EN EL 2009

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Las redacciones de medio mundo se encuentran en estado de alerta a la espera de un inminente comunicado en el que la Casa Real monegasca anunciaría oficialmente la boda real del príncipe Alberto con su novia, la nadadora sudafricana Charlene Wittstock, para la primavera o el verano del próximo año.

El rumor no es nuevo pero esta vez, la supuesta noticia podría tener un desenlace diferente, ante el hermetismo oficial en uno u otro sentido. O no. La información publicada por Gala, Le nouvel observateur y Le parisien puede también tratarse del efecto expansivo de una primera noticia que el pasado 19 de septiempre lanzó la publicación noruega, Seher.no.

Dichas publicaciones aseguran que Alberto II (50 años) y Charlene Wittstock (30 años) han decidido casarse en 2009, tras un noviazgo oficioso que se hizo público en 2006, después de que se les fotografiara como dos espectadores enamorados en los Juegos Olímpicos de Invierno en Turín (Italia), y que se hará finalmente oficial este otoño. De confirmarse el anuncio de compromiso, la boda probablemente se celebraría en la Catedral de Mónaco, lugar donde descansan los restos de sus padres, Raniero y Grace de Mónaco, entre otros ancestros del príncipe Alberto.

El esperado paso nupcial pondría un final de cuento a su relación. El soberano monegasco conoció a la nadadora sudafricana en el año 2001, pero no fue hasta cinco años después cuando se confirmó públicamente su noviazgo. Desde entonces, el príncipe Alberto no sólo no ha ocultado su amor, sino que además ha hecho un sitio a Charlene en numerosos actos oficiales y ella, con permiso de las princesas Carolina y Estefanía, ha ejercido de manera impecable su improvisado papel de Primera Dama. Tanto es así que sus conciudadanos ven en Charlene a la perfecta candidata a ocupar el hueco que dejó un día la princesa Grace y, por tanto, esperan impacientes el anuncio de boda de la pareja.

Charlene Wittstock pasa estos días inmersa en la Semana de la Moda de Milán, tomando buena nota de las últimas tendencias de sus diseñadores fetiche, como Giorgio Armani, a quien, tal vez, pidió consejo profesional para el diseño de su vestido de novia.

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