La mucama que acusó a Strauss Kahn se deshaoga en una nota para Newsweek

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Christopher Dickey y John Solomon pasaron 3 horas con la mucama de nacionalidad guineana, de 32 años, y que, cuando tuvo lugar el incidente que complicó la carrera de Dominique Strauss Kahn (DSK), trabajaba desde hacía 3 en el Sofitel.



Según los periodistas, "Nafi", como la llaman amigos y familiares, "no es glamorosa" y que su piel marrón está "cubierta de cicatrices de acné", su cabello oscuro "teñido con hena y alisado" pero tiene "una figura escultural y femenina". La mujer es analfabeta, tiene pocos amigos y malas experiencias amorosas con hombres que habrían sacado ventaja de su situación. "Fueron unos seis o siete", dice ella, y agrega: "No fueron muy buenos".



Uno de ellos es Amara Tarawally, actualmente detenido en una prisión federal de Arizona -por tráfico de drogas- a la espera de ser deportado a su país. Es el hombre con el cual ella habría mantenido una conversación incriminante que quedó grabada: "No te preocupes, sé lo que hago: este señor tiene mucho dinero", le dijo "Nafi" en dialecto natal. Sobre este ex novio, Diallo dice ahora: "Era mi amigo en quien confío", pero enseguida se corrige: "En quien solía confiar".



Al parecer, Tarawally habría usado la cuenta bancaria de Diallo para mover dinero. La relación con este dealer es lo que le hizo perder buena parte de su credibilidad ante el juez. Y determinó la libertad bajo palabra del ex director del FMI.



Aquel 14 de mayo fatídico, el camarero que se ocupó del room-service de la suite 2806 donde se alojaba DSK, le dijo que la habitación estaba lista para ser limpiada. "¿Hola? Limpieza", habría repetido ella dos veces sin obtener respuesta. Vio la puerta que daba al dormitorio abierta y entró. Fue entonces cuando apareció un hombre de cabello blanco, desnudo.



Al verlo, ella dijo: "Ay, Dios mío, lo siento mucho". El dijo: "No tiene por qué disculparse". Allí fue cuando se lanzó como un "loco" sobre ella y le tomó los pechos, cerrando la puerta de la suite.



Diallo es más alta que Strauss-Kahn y tiene una fuerte contextura, dice Newsweek. "Usted es linda", le habría dicho él, empujándola hacia la habitación. Ella: "Señor, deténgase. No quiero perder mi trabajo". El: "No va a perder su trabajo".



DSK la empujó entonces sobre la cama y quiso introducir su pene en la boca de ella. "Mientras (Diallo) cuenta esto, dice el autor de la nota, cierra con fuerza los labios y agita la cabeza a un lado y al otro para mostrar cómo resistió". Ella dice que lo empujó, se levantó y quiso asustarlo diciéndole: "Mire, ahí está mi supervisor", pero la advertencia no tuvo efecto.



El entonces le habría levantado el uniforme y arrancado las medias tomándola con tanta fuerza por la entrepierna que ésta seguía roja cuando fue al hospital, horas después. La obligó a ponerse de rodillas y nuevamente intentó introducir su pene en la boca de Diallo. "Sostuvo mi cabeza con mucha fuerza". Aquí, cuenta el entrevistador, ella se negó a repetir lo que había dicho en el hospital, qie "sintió algo húmedo y amargo en su boca y escupió en la alfombra".



"Me levanté y corrí fuera de la habitación. No volví. Estaba muy nerviosa. Estaba muy asustada. No quería perder mi trabajo". Mientras ella se encontraba en el pasillo, vio a DSK "salir de la 2806 y dirigirse al ascensor". "No sé cómo logró vestirse tan rápido y hacer la valija; me miró (y) no dijo nada".



Todo el incidente duró apenas 15 minutos. Quizá incluso menos, ya que, según señala Newsweek citando una fuente familiar, 9 minutos después de que Diallo entrase a la habitación, Strauss-Kahn hizo una llamada telefónica a su hija.



La mucama se habría encontrado luego con su supervisor y le habría preguntado: "Si alguien intenta violarte en este trabajo, ¿qué haces?". Respuesta: "El huésped es un VIP, pero me importa un demonio". Vinieron entonces dos miembros de la seguridad del hotel y uno de ellos dijo: "Si yo fuera usted, llamaría a la policía". Eso hizo finalmente el Sofitel, a las 13:30, una hora después de que Diallo les informara del incidente.



Ella dice que al día siguiente entró en pánico al ver las noticias en la televisión y enterarse de quién era DSK. Su teléfono empezó a sonar. Eran periodistas. Entonces fue trasladada con su hija a un hotel, donde permaneció hasta ahora casi incomunicada, no se le permitía ni el uso de un celular. "¿Por qué tengo que hacer esto? ¿Es porque él es poderoso?", se pregunta ella.



"Mientras Diallo hablaba, dice el autor de la nota, lloró en algunas ocasiones, y hubo momentos en que las lágrimas parecían forzadas. Casi todas las preguntas sobre su pasado en Africa Occidental encontraron respuestas vagas. Fue renuente a hablar de su padre, un iman que dirigía una escuela coránica fuera del hogar rural familiar en Guinea".



Otra respuesta elusiva fue sobre su esposo, que según Diallo murió de "una enfermedad". Ella emigró entonces con su hija a los Estados Unidos -en el año 2003- donde dijo que había sido violada por dos soldados en Conakry, la capital de Guinea, al llenar los papeles de inmigración. Esa historia fue luego desmentida y es otra de las razones para poner en duda su testimonio.



Tampoco quiso dar más detalles de su salida de Africa en la entrevista con Newsweek.



Al relatar lo sucedido en el hotel, dice la revista, a diferencia de la vaguedad sobre su pasado, su actitud cambia: se vuelve vívida y convincente. Se muestra enojada con Strauss Kahn: "Por su culpa me llaman prostituta: Quiero que vaya a la cárcel. Quiero que sepa que hay lugares donde usted no puede usar su poder, no puede usar su dinero". Y dice que espera que Dios lo castigue. "Somos pobres, pero hay un Dios; no pienso en el dinero".



"Quizás", reflexionan los autores de la nota. Y recuerdan que el día del accidente, Diallo hizo dos llamadas: una a su hija y otra a Blake Diallo, un senegalés de su misma etnia pero sin parentesco, que es manager de un restaurante. A éste le pidió que le buscase un abogado especialista en el tema.



Diallo dice que accedió a la entrevista con Newsweek para disipar la imagen equivocada que dan de ella los medios. Afirma que su relato de lo sucedido no ha cambiado. "Yo dije lo que este hombre me hizo. Eso nunca cambió. Sé lo que me hizo".



Hoy asegura que le gustaría volver a trabajar en el hotel, pero en la lavandería. No quiere volver a entrar en las suites.

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