Día de Acción de Gracias que se celebra todos los años en Estados Unidos el último jueves del mes de noviembre, el presidente electo Barack Obama acudió junto a su familia a la iglesia St. Columbanus del sur de Chicago para repartir comida a los más necesitados.
Obama, su esposa y sus dos hijas estrecharon la mano y desearon felices fiestas a todos los que había formado fila durante horas para recibir una bolsa con pollo, patatas, naranjas, espaguetis, café, manteca de cacahuete, latas de comida, harina y pan en el banco de comida que presidieron los próximos inquilinos de la Casa Blanca. Muchos de los pobres que cada miércoles se acercan hasta allí para recibir comida de los voluntarios no podían creerse que el motivo por el que habían sido cacheados antes de llegar era porque el mismísimo presidente electo iba a ser el encargado de darles la bolsa ese día.
Vestido de manera informal con chaqueta de piel marrón, bufanda negra y pantalones khaki, Obama se mostró muy jovial mientras deseaba un “feliz día de acción de gracias” y comentaba a todo el mundo que “podían llamarle Barack”. Se negó a firmar autógrafos porque, según argumentó, “si lo hago no puedo entregar pollos”. “En Acción de Gracias es importante que recordemos a los necesitados”, expresó Obama. “Me han dicho que el porcentaje de personas que vienen hasta aquí ha incrementado un 30 por ciento desde el año pasado”. Un total de 600 familias obtuvieron comida, 270 más que en 2007 según el director ejecutivo del Gran Depósito de Alimentos de Chicago, Kate Maehr.
Michelle Obama y sus hijas -Sasha, de siete años, y Malia, de diez, llevaron gorro, abrigo y guantes para protegerse del frío mientras toda la familia entregaba bolsas de comida en el patio exterior de la iglesia. “Quiero que mis hijas sepan lo afortunadas que son y que deben corresponder con los que menos tienen”, afirmó Obama. Este ha sido el cuarto año consecutivo que ha entregado comida antes de Acción de Gracias. El año pasado, cumplió con la tradición en New Hampshire. “Estoy agradecido por mi familia, mis amigos, mi comunidad”, declaró. “Son lo más importante”.
A continuación la familia hizo una breve visita al colegio católico St. Columbanus, donde muchos alumnos les habían vitoreado desde las ventanas. Alrededor de 300 niños se reunieron en cinco minutos en el salón de actos de la escuela para ver en persona a Obama, quien les preguntó: “¿Quién va a tomar pavo?”, “¿Quién va a comer guisantes?”, ¿Quién va a querer tarta de patata dulce?”. Después, Michelle le dijo que preguntara: “¿Quién está sacando buenas notas?”, y añadió: “Escuchad a vuestros profesores. Uno de vosotros podría acabar convirtiéndose en presidente”.
Obama contestó a muchas de las preguntas de los jóvenes. “¿Que cómo me siento siendo presidente? Aún no lo soy, cuando lo sea te lo diré. Pero debo admitir que a veces es extraño salir a pasear y tener siempre a alguien a tu lado… No tienes mucha privacidad, pero esa es una de las cosas que debes sacrificar si quieres aspirar a presidente”. Muchos se interesaron por sus planes para Acción de Gracias, probablemente el último año en que lo celebre en Chicago: “Reuniremos a un gran grupo de personas en casa”.
Obama, su esposa y sus dos hijas estrecharon la mano y desearon felices fiestas a todos los que había formado fila durante horas para recibir una bolsa con pollo, patatas, naranjas, espaguetis, café, manteca de cacahuete, latas de comida, harina y pan en el banco de comida que presidieron los próximos inquilinos de la Casa Blanca. Muchos de los pobres que cada miércoles se acercan hasta allí para recibir comida de los voluntarios no podían creerse que el motivo por el que habían sido cacheados antes de llegar era porque el mismísimo presidente electo iba a ser el encargado de darles la bolsa ese día.
Vestido de manera informal con chaqueta de piel marrón, bufanda negra y pantalones khaki, Obama se mostró muy jovial mientras deseaba un “feliz día de acción de gracias” y comentaba a todo el mundo que “podían llamarle Barack”. Se negó a firmar autógrafos porque, según argumentó, “si lo hago no puedo entregar pollos”. “En Acción de Gracias es importante que recordemos a los necesitados”, expresó Obama. “Me han dicho que el porcentaje de personas que vienen hasta aquí ha incrementado un 30 por ciento desde el año pasado”. Un total de 600 familias obtuvieron comida, 270 más que en 2007 según el director ejecutivo del Gran Depósito de Alimentos de Chicago, Kate Maehr.
Michelle Obama y sus hijas -Sasha, de siete años, y Malia, de diez, llevaron gorro, abrigo y guantes para protegerse del frío mientras toda la familia entregaba bolsas de comida en el patio exterior de la iglesia. “Quiero que mis hijas sepan lo afortunadas que son y que deben corresponder con los que menos tienen”, afirmó Obama. Este ha sido el cuarto año consecutivo que ha entregado comida antes de Acción de Gracias. El año pasado, cumplió con la tradición en New Hampshire. “Estoy agradecido por mi familia, mis amigos, mi comunidad”, declaró. “Son lo más importante”.
A continuación la familia hizo una breve visita al colegio católico St. Columbanus, donde muchos alumnos les habían vitoreado desde las ventanas. Alrededor de 300 niños se reunieron en cinco minutos en el salón de actos de la escuela para ver en persona a Obama, quien les preguntó: “¿Quién va a tomar pavo?”, “¿Quién va a comer guisantes?”, ¿Quién va a querer tarta de patata dulce?”. Después, Michelle le dijo que preguntara: “¿Quién está sacando buenas notas?”, y añadió: “Escuchad a vuestros profesores. Uno de vosotros podría acabar convirtiéndose en presidente”.
Obama contestó a muchas de las preguntas de los jóvenes. “¿Que cómo me siento siendo presidente? Aún no lo soy, cuando lo sea te lo diré. Pero debo admitir que a veces es extraño salir a pasear y tener siempre a alguien a tu lado… No tienes mucha privacidad, pero esa es una de las cosas que debes sacrificar si quieres aspirar a presidente”. Muchos se interesaron por sus planes para Acción de Gracias, probablemente el último año en que lo celebre en Chicago: “Reuniremos a un gran grupo de personas en casa”.
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