Isla de Malta un encantador lugar en el Mediterraneo...

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Brad Pitt conquistay Angelina Jolie han decidido trasladar su residencia a Malta y ya han comenzado a saborear las bondades de la isla.

Para empezar han conseguido un fantástico hogar: el Palacio de Guarena, una fortaleza que data del siglo XVIII y que tiene tras de sí una larga historia, ya que fue construida para proteger el lugar de los ataques de los árabes y los piratas, aunque originalmente perteneció a Pietro Francesco Rovero de Guarena, miembro de la ilustre Orden de los Caballeros de San Juan. El palacio se construyó en el año 1750 y reúne todas las condiciones que unos invitados con tanto glamour requieren, sobre todo su proximidad al mar, del que seguro están disfrutando día a día Angelina y los niños mientras Brad trabaja.

Aunque llevan poco tiempo en la isla, toda la familia parece haberse adecuado rápidamente al ritmo y estilo de vida mediterránea. Ya han sido vistos, junto a unos compañeros de Pitt, probando la gastronomía regional en la Trattoria Da Pippo, en La Valetta, donde degustaron jamones, salami, queso de cabra, salchichas maltesas, mejillones, pasta con almejas, erizos de mar, camarones y calamares fritos. Mientras los más pequeños, en cambio, tuvieron mayores exigencias, solicitando que su madre les organizara una fiesta de disfraces privada, en la que lucieron exóticos trajes que contrastaron con el clásico escenario maltés.

Antes que Pitt otros directores de cine han querido desvelar los secretos de esta encantadora isla del Mediterráno, convertida en decorado cinematográfico habitual para grandes superproducciones mundiales. Si su naturaleza ha servido como marco para algunas escenas de Gladiator, de Ridley Scott, en el que Russell Crowe desafía al perfecto escenario del Imperio Romano del año 180; sus construcciones clásicas remiten a la era greco-romana y han dado a la isla la locación favorita para rodar aclamados títulos, como Ágora, el último firmado por Alejandro Amenábar.

Así alternando una y otra cosa se va descubriendo esta encantadora isla en la que han tomado asiento la familia Pitt. Al menos una tarde habrá que consagrársela entera al cogollo histórico de la capital, La Valetta, sembrada de monumentos que recuerdan los tiempos de los Caballeros de la Orden de San Juan y declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Aunque tampoco habrá que perderse en otra ocasión el hechizo de las hoy prácticamente unidas ciudades de Mdina y Rabat, adornadas de villas patricias y encantadoras callejuelas empedradas bajo las que pasear por un auténtico laberinto subterráneo de catacumbas.

La turística costa de Sliema y St. Julian, con sus terrazas y su ambiente veraniego, tal vez resulte demasiado bullanguera si lo que se busca es intimidad. Más sosegados son otros parajes, como los acantilados de Dingli o la mucho más virgen islita vecina de Gozo. Para llegar a ella bastará con embarcar el coche en los ferrys que la comunican cada poco con la isla principal e ir dándole la vuelta, sin renunciar a las vistas desde lo alto de la ciudadela de su mínima capital, Victoria, a un baño en las limpísimas aguas junto a la espectacular formación rocosa de la Ventana Azul, o en cualquiera de las calitas en las que desembocan sus caminos de tierra.

De lo que no habrá que privarse es de unas horas en la despampanante Laguna Azul que separa Comino y Cominotto, las hermanas menores de este archipiélago. Como tampoco de perderse en Gozo, la mucho más que recomendable islita del archipiélago maltés e ideal para quienes prefieran huir de las aglomeraciones del verano. No es tan monumental como Malta, pero sus geografías, mucho menos explotadas turísticamente, son una absoluta delicia, con las desproporcionadas iglesias que asoman a cada paso, sus calas rocosas y una increíble y permanente serenidad.


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